CRISTINA NAVARRO - Spagna
Sito web : http://www.cristinanavarro.com
Sulla sua Arte
Nace en Ceuta (España)
Licenciada en Bellas Artes (BB.AA.) por la Universidad Complutense de Madrid y la Politécnica
de Valencia, en las especialidades de pintura y grabado.
Ha realizado más de cien exposiciones en España, Suiza, Holanda, Bélgica….
La obra de Cristina Navarro nos sitúa en un estadio anterior
a la palabra, antes incluso de ese momento inaugural que
enuncia la Biblia: “y al principio fue el verbo”. A primera
vista, cuando contemplamos algunas de sus creaciones,
sólo vemos una masa de trazos y colores. Una mirada más
atenta, sin embargo, nos permite distinguir enseguida
diferentes signos: cuadrados y círculos, flechas y hélices,
figuras esquematizadas antropomorfas y otros tipos de
pictogramas como espirales, puentes o semicírculos de
diferentes colores.
Parece que todavía no hubiéramos penetrado en el estadio
del lenguaje: aún no se habla, sino que se balbucea, no se
escribe, sino que hacen trazos. Así es, estamos lejos de la
articulación y de la sintaxis, por no hablar ya de la semántica.
Los signos no se han puesto todavía en orden, no forman
una frase, ni un jeroglífico que podamos desentrañar, son
tan solo la revelación de la absoluta potencialidad del
lenguaje. Es el desorden y el caos lo que está en este
principio del principio.
En muchos de los cuadros, los signos se agolpan en el
centro, están unos junto a otros como defendiendo cada
uno su lugar, casi superponiéndose y guareciéndose en el
grupo, otras veces parece como si se retirasen a los
márgenes de la tela, mientras en el centro aparece un círculo
de color, y otras se quedan tan sólo en la parte inferior o
en la superior, dejando el resto vacío.
Algunos de esos signos han conseguido desgajarse del
grupo, separarse de los otros hasta llegar incluso a abandonar
la tela. Se han convertido en esculturas o se balancean en
el aire cogidos por unos hilos atados a unos alambres. A
casi todos los pintores les gusta experimentar con la
tridimensionalidad y apresar el espacio en todas sus
dimensiones, más allá de los límites de la pintura. Cristina
Navarro también lo hace, aunque en su caso parece que
sean los signos los que ellos solos hayan cobrado autonomía
y se hayan unido a otros en una especie de articulación
vertical hasta erigirse en cadenas de significación de códigos
desconocidos.
La preocupación por el lenguaje le viene a Cristina Navarro
de lejos. En 1990 inauguró una serie que denominó “la
insistencia del signo” en la que ya aparecía bien definida
la mayor parte de estos pictogramas, aunque su disposición
era muy diferente. Los signos o símbolos figuraban
separados siguiendo una línea, como si quisieran formar
una frase o un verso, o aparecían situados dentro de un
círculo ordenados según claves ocultas. Años después, en
2003, realizó una serie titulada “Epístolas”, que proseguía,
aunque de una forma todavía más destilada, otras series
en las que había trabajado con la escritura. Mostraba grafías
antiguas, cuneiformes o jeroglíficas, trazos ilegibles en los
que era difícil descubrir alguna lógica secreta.
Son muchos los pintores y los escritores que se han
adentrado por esta vía: pintores que han cultivado la escritura
y escritores que han hecho sus incursiones en la pintura.
Entre los primeros podemos citar a los futuristas, los
dadaístas y más recientemente, por poner sólo un par de
ejemplos, a artistas como Towmbly o Tapiès; entre los
segundos cabe mencionar a Victor Hugo, Blake, Breton y
Apollinaire, quien había querido titular su famoso libro
Caligramas con el revelador título: Et moi aussi je suis
peintre, o en una época más próxima a la nuestra a Henri
Michaux, cuya escritura se ha transmutado en dibujo, en
una poesía de formas, de signos espontáneos y rotundos.
De todos ellos, Paul Klee es, sin lugar a dudas, el que se encuentra más cerca de Cristina Navarro, pues ambos comparten no sólo la utilización de signos y pictogramas y la búsqueda tenaz de códigos y armonías secretos, sino, además, ese color vibrante y sonoro que los dos cultivaron. Así es. Junto con los signos, el color es en la obra de Cristina Navarro el otro protagonista indiscutible. Gracias al color su obra es un “trozo de pintura” en toda regla, un producto material e íntegro, alejado de cualquier pretensión conceptual. Como el silencio se opone a la locuacidad, el color se opone en sus cuadros a todos esos signos que se agolpan bulliciosamente. Los azules, rojos o amarillos, así como el resto de los colores que utiliza Cristina Navarro, anclan su obra a la materialidad de la pintura. Esos colores hechos carne, que cubren superficies monocromas e intensas, saben atrapar nuestra mirada, detenerla y hacerla cómplice del placer del color, de la luz y, en una palabra, de la pintura.
Charo Crego
Bruselas, 2009